Niña, hija, mujer, madre, hermana, abuela, compañera, cuidadora, vecina, amiga… Estas son muchas de las etapas por las que pasa una mujer con todo lo que conlleva cada una de ellas.

Vivimos en una sociedad líquida, donde consumimos, como decía Bauman, hasta personas. ¿Y esto qué significa? ¿Cómo puede afectar a las mujeres?

Las relaciones son efímeras, rápidas, no nos quedamos por lo que no podemos establecer vínculos de calidad o duraderos y esto se va deteriorando según va pasando el tiempo y esas relaciones poco cuidadas terminan desapareciendo, porque si no las regamos no florecen y se marchitan.

¿Y qué ocurre con esa visión del poder con todo?  La mujer ahora trabaja, es madre, cuida de sus familiares mayores, de sus hijos e hijas, de la casa, organiza, gestiona, sigue estando al servicio…Pero cuesta pedir ayuda y además no favorece esta situación el que nuestras relaciones no sean de calidad, sean efímeras y no sean cercanas.

Sumado, por último, a una sociedad individualista y competitiva… Pero cuando se necesite ayuda, ¿a quién se la podremos pedir? Las relaciones disminuyen con el paso del tiempo, a la vez que aumentan las cargas familiares y laborales lo que hace que las redes de apoyo de calidad se difuminen y se sigan marchitando esas relaciones. Puedes sentirte sola rodeada de gente, de amigos, siendo madre con una familia… En muchas ocasiones a lo largo de la maternidad o en época adulta de la mujer que cuida a familiares, no hay tiempo para el autocuidado por lo que menos tiempo queda aún para cuidar las relaciones que van a sustentar nuestro bienestar emocional.

A partir de los 65 años o etapa de jubilación se pierden ciertas relaciones y círculos de contacto y en ocasiones no hemos tenido ni tiempo para forjar relaciones de calidad por lo que llega una etapa difícil dónde se muestran estos sentimientos de soledad no deseada. Es el momento de reestablecer contactos, de generar nuevos vínculos y de fortalecer los existentes y de apoyo verdadero para poder crear una comunidad sana y que prevenga el aislamiento.

Recuperar una llamada, un café, saber pedir ayuda a una persona de apoyo o a un profesional, recuperar una salida, dejarte ayudar, retomar experiencias y vivencias, hobbies…

«No me preocupa que una mujer se quede en su hogar sola o viva sola, sino que no tenga a quién pedir ayudar y que su red de apoyo no esté presente y sea de cercanía. Si pasa algo y el contacto es directo y diario tendrá quien pueda ayudarla”.

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