Todas las personas nos hemos sentido solas alguna vez en la vida, incluso, a veces, buscamos esa soledad y qué enriquecedor puede ser vivir esos momentos de tranquilidad, de crecimiento personal, aprendizaje… Hay momentos vitales donde es necesaria esa soledad.
¿Pero, qué ocurre cuando no queremos sentirnos solos o solas? Aquí es donde aparece la soledad no deseada. Ese sentimiento de soledad no buscado, incluso en compañía de gente, de amistades, familia… nos rodea y nos bloquea, nos aísla y puede ser que, si no ponemos solución, se quede demasiado tiempo.
Un pasito más allá, cuando la persona se siente así y, además, no puede acceder a espacios de encuentro para compartir y poder prevenir esa soledad, es un factor de riesgo muy importante que sufren especialmente las personas con discapacidad. Esta situación puede llegar incluso a procesos de aislamiento para las personas.
Por un lado, están las barreras arquitectónicas, que en muchas ocasiones no permiten ese acceso lugares donde conocer gente nueva y poder crear nuevas relaciones, incluso a poder salir de sus propios hogares. En otras ocasiones son barreras de lenguaje, de comunicación, donde los espacios no están adaptados a sus necesidades o capacidades y, por otro lado, las barreras sociales, los prejuicios, o la insolidaridad que son esas otras barreras con las que se encuentran las personas en su día a día en la comunidad, en el barrio, en la calle, incluso en los propios grupos. Necesitamos derribar esas barreras, necesitamos herramientas a nivel social para compartir espacios conjuntos con personas con discapacidad. Porque las personas con alguna discapacidad necesitamos, igual que cualquier otra persona, escucha, espacio, empatía y compañía. No son pocas las veces que, por miedo o inseguridad, no damos un trato similar al resto de personas.
Sentirte acompañado de los tuyos es el primer paso para que la soledad no deseada, un problema silencioso que cada vez afecta a más personas, desaparezca. Entre todas y todos, debemos intentar disminuir todas esas barreras para que las personas con discapacidad puedan participar en comunidad y crear redes de calidad de cercanía. Estas redes tienen que generarse en su propio barrio y comunidad, implicando a las familias y a todos los agentes sociales, intentando que esas sean sus redes de apoyo, aumentando los apoyos naturales para que los refuerzos profesionales sean cada vez menos necesarios.