MI EXPERIENCIA COMO CUIDADORA

Previendo que más pronto que tarde me tendría que ocupar de mis padres y que tal vez tuviera que ser de un día para otro y que me resultaría traumático hacerme cargo de la situación, de forma voluntaria decidí que, después del trabajo, iría a su casa las tardes de días alternos. Esta ha sido la rutina de mis semanas durante muchos años.

Mi madre siempre ha tenido muy mala salud y también mal carácter. Mis padres se han ido haciendo cada vez más mayores, en la actualidad tienen 94 y 96 años, y yo también, a la vez que me han surgido problemas de salud. Aunque ambos vivimos en Madrid se tarda una hora en llegar a su casa con transporte público. Tengo un hermano, pero él apenas colabora en el cuidado de mis padres. Todo ello hace que se me haga muy dura la tarea de cuidadora principal.

Como mis padres son cada vez más dependientes he ido incrementando el número de horas de esas tardes que estoy en su casa, pues hay cantidad de cosas que hacer con y para ellos. Regreso muy tarde a mi casa y mi marido muchas veces ya ha cenado. Hasta ahora mantengo un poco de tiempo libre, en las tardes que no voy, para hacer mis cosas y desconectar de ellos y así volver con más energía el día siguiente.

A veces han surgido dificultades relacionadas con ellos y me he descontrolado, les grito y les digo “ya no puedo más”, “os voy a llevar a una Residencia” y luego me siento mal. Mi padre no quiere oír hablar de Residencias, ni de que una persona “extraña” vaya a su casa a cuidarlos, por eso hace todo lo que puede de las tareas de la casa y cuida de mi madre cuando yo no estoy. Es como un trabajo en equipo entre los tres para mantener la situación de que ellos sigan en casa.

A pesar de resultar dura, la labor de ser cuidadora me hace sentirme bien pues pienso que es lo que tengo que hacer ahora, es mi turno de devolverles el tiempo que nos dedicaron y los esfuerzos que tuvieron que hacer en nuestra crianza. Además, esta tarea me ha hecho más fuerte y resolutiva en la vida, pues me he tenido que enfrentar a muchas situaciones difíciles e incómodas. También he comprendido sus sufrimientos porque son conscientes de que han perdido facultades físicas e intelectuales, lo que les hace ser dependientes. Por ello ha aumentado mi compasión y mi ternura hacia ellos y les doy más besos que nunca. Ver su proceso de envejecimiento me está valiendo para concienciarme del mío, que se está solapando con el suyo. No siempre me sale, pero es mi deseo tratarlos con mucho respeto y admiración pues considero que la vida es muy difícil vivirla y ellos, y tantísimos mayores, han llegado hasta aquí como unos auténticos campeones.

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