En 1993, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Resolución 48/10 para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en la que se define como » todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer (…)«.

En esta resolución se determina por primera vez un hecho:  las mujeres son objeto de violencia por el simple hecho de ser mujeres y con el objetivo de mantener o incrementar su subordinación al género masculino. Su origen se encuentra en la falta de equidad en las relaciones entre hombres y mujeres en diferentes ámbitos y en la discriminación persistente hacia las mujeres

Pocos años más tarde, en 1999, la propia Asamblea General proclamó el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, con el objetivo de dar visibilidad a un fenómeno social presente tanto en el ámbito doméstico como en el público, en diferentes vertientes (física, sexual, psicológica, económica, cultural y otras) y que afecta a las mujeres desde el nacimiento hasta la edad avanzada. Además, se da en todas las culturas, regiones y países, y atañe a mujeres de diferentes niveles socioeconómicos, pues el 70% de la población femenina declara haber sufrido algún tipo de agresión por motivo de género en el transcurso de su vida.

La pandemia de COVID-19 no ha hecho sino agravar la situación de las mujeres víctimas de violencia de género, sobre todo aquellas que lo son por parte de sus parejas, ya que el confinamiento y las medidas de distancia social han aumentado su aislamiento y vulnerabilidad frente al agresor, hasta el punto de que ONU Mujeres ha denominado este fenómeno como la pandemia en la sombra.

Aunque todas las mujeres, en todas partes del mundo, pueden sufrir violencia de género, algunas son particularmente vulnerables. Si la violencia de género se sostiene en la desigualdad, todos los factores que incidan en la desigualdad les hará ser más vulnerables ante dicha violencia.

La violencia de género en las mujeres mayores

En el caso de las mujeres mayores, hay que tener en cuenta que nacieron y se criaron en una época en la que las costumbres sociales establecían el poder de los hombres en todos los ámbitos y las mujeres debían estar sometidas a este poder. Este modelo – más vigente en la actualidad de lo que pensamos -, se basaba en la desigualdad en la relación dentro de la pareja, atribuyendo el a las mujeres el rol sumiso como buenas esposas y cuidadoras de la familia, frente a un rol dominante del marido como proveedor económico.

La instauración de la sumisión femenina ha venido favoreciendo y sustentando la violencia de género desde hace siglos, a lo que se suma, en el contexto actual, una visión estigmatizadora de las personas mayores (edadismo), que no hace sino contribuir a la doble invisibilización de las mujeres mayores víctimas de violencia de género.

En muchos casos nos encontramos con mujeres que llevan décadas sufriendo malos tratos por parte de sus maridos y que continúan sufriéndolos, incluso en mayor medida, mientras que han de cuidarlos en sus años de vejez, perpetuándose el daño por el abuso continuado. Además, estas mujeres sufren, como parte del maltrato, de aislamiento social, lo que las aleja de los apoyos y los recursos que las podrían ayudar a salir de esas terribles e invisibles situaciones.

Desde el Movimiento #StopEdadismo creemos que es necesario evidenciar el hecho de que las mujeres mayores asumen dosis más elevadas de desigualdad y subordinación y de que son objeto de discriminación por edad en mayor medida que los hombres mayores. Esta doble discriminación está en la base de la invisibilidad de la violencia de género contra las mujeres mayores, vulneración fundamental de sus derechos humanos de la que hay que hacer consciente a la sociedad si queremos que ésta sea más justa e igualitaria.

Por Celia Bañón.
Dirección de Igualdad y Diversidad. 
Fundación ASISPA

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cartel violencia de genero en mujeres mayores
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